El abuso sexual infantil es una forma de maltrato que afecta a 1 de cada 5 menores. Sin embargo, la falta de visibilidad y el desconocimiento de la sociedad lo convierten en un tabú que, a veces, nunca llega a revelarse.
La mayoría de los casos ocurren en el entorno familiar o de confianza, un ámbito en el que las personas abusadoras aprovechan la vulnerabilidad, dependencia e inmadurez de los niños y niñas para conseguir su objetivo. Además, a menudo usan la manipulación y el aislamiento como estrategias de control, consiguiendo mantener el silencio de los menores y haciendo que las victimas se sientan culpables y responsables de lo que les ha sucedido.
Teniendo en cuenta que la persona abusadora debería haber sido aquella que más protegiese al niño, niña o adolescente, podemos imaginar el daño que se genera en la esfera de la confianza del menor, ya que el vínculo entre cuidadores-niño/a, se ha construido a través del abuso. En ocasiones esto puede llevar a que las víctimas integren la idea de que, para ser queridas deben ser abusadas o deben permitirlo, convirtiendo el abuso en patrón de victimizaciones sucesivas de las que ni siquiera son conscientes.
El abuso sexual infantil puede ocasionar daños severos en la persona, afectando el desarrollo de su personalidad y a la forma en que se relaciona con los demás. A su vez, también puede ocasionar estrés postraumático, el cual puede llegar a condicionar la vida de una persona hasta el momento de la revelación. Posteriormente, es necesario un proceso terapéutico especializado que ofrezca un lugar seguro donde poder expresar y rehacerse como personas.
Podría escribir hojas y hojas sobre las secuelas del abuso, su trabajo terapéutico y sobre el impacto del trauma en el desarrollo evolutivo, pero prefiero terminar hablando de la responsabilidad social compartida en el abuso: cuando miramos hacia otro lado, cuando culpabilizamos a la victima sin conocer la historia, cuando minimizamos el daño… en cada uno de esos momentos, somos responsables de perpetuar el daño del abuso, somos responsables de agravar el trauma.
Y aunque no puede dejar de preocuparme la falta de recursos para el tratamiento y la prevención del ASI, os animo a todos a participar y a implicaros en la medida de lo posible en esta batalla. Todos y todas somos responsables de la recuperación de las víctimas.
¿Te animas?
Ayúdanos a romper el silencio.
Te esperamos en la jornada “ABUSO SEXUAL INFANTIL: Una problemática social”, que se va a realizar en Zaragoza el próximo 29 de mayo de 2019.
Una jornada diferente, con las victimas como protagonistas y con la necesidad profesional de construir una red eficaz de apoyo.